Fue esta mañana bien temprano; me acerqué con cierto respeto hasta ponerme rodeado por unos 40 gansos bien alertas. Alguna vez me habían contado que no son patos gordos, que cuando quieren se ponen bien bravos. Estabamos a varios metros de la laguna- yo y los gansos y cada ganso entre los gansos-, yo ya estaba sentado. Las aves formaban un circulo con una singularidad en el centro. En el medio había un ganso, que alerta al mundo andaba a señal de aviso. Y porque me imaginé los representantes científicos del mercado, recordando sus discursos fue que me hice una pregunta; con mi circulo al borde de su circulo -el de los gansos-; ¿Qué vió el qué veía un ganso alertar a su grupo y vió un ganso dominando?
Y no hicieron falta más preguntas. Porque en cuanto me di cuenta que la respuesta a mi pregunta era mi misma pregunta -quiero decir que mi pregunta era la discordia que había en mí, la discordia misma que había en los gansos y a su vez era, también, la misma discordia en cada ganso entre los gansos-, fue en cuanto mi circulo desapareció -no se si por grande o por pequeño-; y los gansos- todos, y también cada uno-, que me vieron invisible entre sus pasos; me compartieron sus secretos, que incluyeron un vuelo a mi encuentro.
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