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lunes, 23 de enero de 2012

La geometría del amor.

Nos amamos, de seguro nos amamos, y es simple la afimación porque no había ella ni había yo. Nos amamos y eramos una llama sin humo. Y nos amamos hasta el día en que del uno surgió el dos, quiero decir que ya hay una que es ella y hay uno que es yo, no nos dimos cuenta ni nos preocupamos; hasta donde conocíamos, conocíamos el amor. Pero entonces el amor ya tiene palabras y posibilidades; el amor y el desamor. Y así es que fue hasta el momento en que el desamor se hizo evidente, desde ese entonces que ya somos cuatro en el amor. Ahora hay una ella que me ama, una ella que me desama, hay un yo amandola y hay también un yo desamandola. Y esto volvía al amor confuso, claro, porque ya no hay, o había, o habrá -no sé el tiempo-: amor; para esos momentos ya hay entre nosotros todas las reglas que alguna vez nos habían enseñado del amor, habitando entre los ocho que nacieron de esos cuatro. En esos ocho hay una ella que me ama porque yo la amo, una ella que me ama porque yo la desamo, una ella que me desama porque yo la amo, una ella que me desama porque yo la desamo, un yo que la desama porque ella me ama, un yo que la ama porque ella me desama, un yo que la desama porque ella me desama y un yo que la ama porque ella me ama. Bien, para este entonces nuestro amor se transformaba en una estrella octaédrica. Para ese entonces ya se hacía difícil creer que ese octaedro se pareciera a la esfera que nos gustaba ser. Nos quedaba probar con el icosaedro o seguir hasta llegar al dodecaedro. Y esta parte se pone más confusa, porque hasta ahora todo esto necesita de dos personas pero se construye en una sola, porque para seguir con la geometría sagrada ahora necesitamos un yo y una ella surgidos de un yo, y un yo y un él surgidos de una ella; que nos llevarían a que nuestra estrella se haga dos, que se harían cuatro porque ese él estaba construido con un otro, y mi ella fue construida con una otra, o varios otros haciendo un él y varias otras haciendo una ella. Dejeme pensarlo, no se muy bien como, pero estoy seguro que lo que construiamos era la flor de la vida. No importa, porque ya cometimos muchos errores, porque nuestro amor se fragmentó en una pareja, que se fragmentó en la palabra, que se fragmentó en el deber. Y como es hábito que el deber se fragmente en costumbre nuestro dodecaedro no podría llegar a ningún lado. Por suerte, o traición, del destino, o del devenir, cada punta de nuestra estrella hectaédrica es un tetraedro y cada tetraedro tiene un punto en el centro que es fácilmente confundible con la esfera que contiene al dodecaedro que somos aunque todavía no tengamos la imaginación o el conocimiento matemático para serlo.

domingo, 22 de enero de 2012

no hace falta pelear (o el darwinismo nació obsoleto)

Fue esta mañana bien temprano; me acerqué con cierto respeto hasta ponerme rodeado por unos 40 gansos bien alertas. Alguna vez me habían contado que no son patos gordos, que cuando quieren se ponen bien bravos. Estabamos a varios metros de la laguna- yo y los gansos y cada ganso entre los gansos-, yo ya estaba sentado. Las aves formaban un circulo con una singularidad en el centro. En el medio había un ganso, que alerta al mundo andaba a señal de aviso. Y porque me imaginé los representantes científicos del mercado, recordando sus discursos fue que me hice una pregunta; con mi circulo al borde de su circulo -el de los gansos-; ¿Qué vió el qué veía un ganso alertar a su grupo y vió un ganso dominando?
Y no hicieron falta más preguntas. Porque en cuanto me di cuenta que la respuesta a mi pregunta era mi misma pregunta -quiero decir que mi pregunta era la discordia que había en mí, la discordia misma que había en los gansos y a su vez era, también, la misma discordia en cada ganso entre los gansos-, fue en cuanto mi circulo desapareció -no se si por grande o por pequeño-; y los gansos- todos, y también cada uno-, que me vieron invisible entre sus pasos; me compartieron sus secretos, que incluyeron un vuelo a mi encuentro.


lunes, 16 de enero de 2012

Preferí creernos imposibles y culparte porque lo hayamos sido.

Cuando un hombre honesto descubre que está equivocado.
Puede dejar de estar equivocado.
O puede dejar de ser honesto.
Anónimo

sábado, 14 de enero de 2012

'Tener fé en otra persona significa estar seguro de la confianza e inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la esencia de su personalidad, de su amor.'
Erich Fromm.

miércoles, 11 de enero de 2012

Ya no me queda nada

No tengo nada

¡Es lo mejor que me pasó en la vida!

Sólo había que probar caminos, hasta que el camino se revelara
y cuando el camino se revelaba, uf, ¡qué misterio!

¡Todo es un misterio!