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domingo, 23 de octubre de 2011

gemir (o el pulsar del orgón)

y entonces nos revolcamos en babas y dientes, en latidos punzantes y placeres sin tiempo, brotamos manantiales en nuestras tierras, descubrimos un fuego lento, sembramos nuestros campos, rompemos el dolor con suspiros; que quiebran lo sagrado. Y ya no nos importa recuperar la palabra; matamos el amor y nos devoramos a nuestros niños, incendiamos todos los velos de la existencia, escupimos en la muerte y nos damos a la nada. Hacemos arena con las piedras de los amores, estallamos el vidrio y la liberamos de los relojes de manera deliberada. Me sostengo de tu hombro, anclo mi boca en tus muslos y me arrastro por tu sexo, me apuro con tus dientes, que desgarran mis muslos en fibras rojas, finas como pelos que me entran por la comisura de los labios; pelos que ya no se si son míos, tuyos, si son de nadie, y se alisan con alientos, y se enrulan en gemidos. Encuentro un encuentro donde los plexos se encuentran hechos sopa, un lugar donde me detengo y me alimento de tu cuerpo, saco un río de la fruta y lo recorro con mi lengua, y es mi último sustento, en los temblores y los pliegues de las sábanas, y las carnes; y lo mismo me pierdo, en un espasmo que me rompe las fronteras. Me busco un ojo, lo siento nacer desde la punta de mis dedos, en mis pies, por mis piernas, me ata en mi vientre y me retuerce la cabeza, encuentra la mirilla de tu cuerpo, que titila, fogonea; que me muestra un camino, un lugar en donde el dolor no existe, un punto de cocción para la vida, un desborde en el vacío. Y es un primer paso en mi último grito de silencio, desmorona las casas y las paredes se pierden con el cielo, ya no tengo cabo ni rabo, sólo un vaivén de pulso acelerado que bombea en la nada y cosquillea en mi cuerpo. No hay sueños abiertos, ni racimos, ni cortinas, ni inmensidad, sólo expansión y no hay promesas, ni lo nuevo o lo viejo, desencuentro de lo conocido y aires que resoplando de tu boca y entrando por mi oreja que resopla por mi boca y penetra en la base de tu cabeza, nos pierde o nos encuentra; nos detiene en cordones de sal, brindamos nuestro nacimiento piel adentro. Murmullan los fluidos y no me espera ni mi muerte, quizás no haya sombras en los rostros ni nombres amables, inexorables pupilas dilatadas, vapores, cortinas deshilachadas, sorbos, lamidos, estruendos; dejamos, sin ninguna delicadeza, que la tierra nos vaya tragando, en la caída, en un precipicio de efervescencia, cruda, enarbolada. Me pasmo, me despalabro. Nos despedimos con la vida, la llenamos en el último respiro y la exhalamos por el vientre. Se expande, explota y se relaja, y el tiempo detenido se resurge del gran estallido, las gotas caen de los toallones que retorcemos al salir de la ducha y de esa siembra crecen los colores y los mares y todo lo que nos queda por hacer es volver a nacer; encontrar nuestras partes, podemos regalarnos el olvido, estamos diseminados en un agua eléctrica que todavía vibra, no hay ejército, genética, historia, no hay nosotros, no hay nada; somos testigos, lo tenemos todo.

jueves, 20 de octubre de 2011

entre tantas manchas escondía un ojo


Quería salirme del tiempo, de la rutina, de los trabajos, de las familias, de los amigos, de los decires, de todos los escudos y de todas las armas, de todas las memorias; de todos los enamoramientos y de todos los odios, de todos los ejercicios, de todo lo aburrido y de todos los entretenimientos, de todas las subjetividades, de todas las soledades, de todas las formas, de la solemnidad que habita hasta en comprar el pan en la panadería; pararme frente a todas las fuerzas y darles la espalda a todos sus mundos en un salto sin ningún miedo, con la única confianza que da el oído. Quería despedazarme la garganta y el sacro, quería que amar fuera lo cálido y cándido; quería destruir el asfalto y desordenar el adoquín, quería una creatividad sin relojes, quería las palabras que no eran mudas, quería al ser y la verdad escapando de todas las cárceles de papél y a los árboles sin cicatrices. Quería darme, quería darte un darme por completo. Quería elefantes sin cementerios y sin zoologicos y delfines sin collares. Quería que un ojo, un agujero negro o un beso fueran lo mismo, y que todo sea lo mismo. Quería que nada pueda convencerme y saber que lo que quería lo encontré y quería olvidarme que ya no, que se fue.

martes, 18 de octubre de 2011

a veces soy todo mi amor
y a veces me dejo ser todas las represiones del mundo a mi amor

martes, 4 de octubre de 2011

Haiku

Despertar; el amor
siendo un sueño,
no una fantasía.