Tu luna se pincela en el aire, a algo de un metro, atrás de mi hombro; hasta que se mueve. Me deshace en palabras y se muda a mi centro, se esconde en mi sexo, y después camina; sube por mi espalda, se proyecta por la mollera y una noche te encuentro siendo las estrellas, todas las estrellas. Tu inmaterialidad se hace cosmos, ahora para sentirte tengo que buscarte expandida en la cúpula del cielo. Hasta que la luna cambie y me adentre en tus ojos, y tus ojos me inunden de tu sexo. Me ahogo en mi historia, decaigo, escupo lágrimas que son los petalos tersos de una flor que crece como los mares. Y yo, inválido, escribo con tinta sobre las aguas del océano, basto, infinito. Escribo con trazos que se desarman, que me disuelven. Escribo un susurro del relato de tu luna, que me acompaña perdida entre tanto cielo; y me regala el perdón que habita al olvido. Tu amor me nutre. Tu enojo me esculpe. Tu adios me recuerda que son eternos los cantos de los pájaros, que cantan efimeros, a la sombra del águila.
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viernes, 5 de septiembre de 2014
Abr(L)azo
Tu luna se pincela en el aire, a algo de un metro, atrás de mi hombro; hasta que se mueve. Me deshace en palabras y se muda a mi centro, se esconde en mi sexo, y después camina; sube por mi espalda, se proyecta por la mollera y una noche te encuentro siendo las estrellas, todas las estrellas. Tu inmaterialidad se hace cosmos, ahora para sentirte tengo que buscarte expandida en la cúpula del cielo. Hasta que la luna cambie y me adentre en tus ojos, y tus ojos me inunden de tu sexo. Me ahogo en mi historia, decaigo, escupo lágrimas que son los petalos tersos de una flor que crece como los mares. Y yo, inválido, escribo con tinta sobre las aguas del océano, basto, infinito. Escribo con trazos que se desarman, que me disuelven. Escribo un susurro del relato de tu luna, que me acompaña perdida entre tanto cielo; y me regala el perdón que habita al olvido. Tu amor me nutre. Tu enojo me esculpe. Tu adios me recuerda que son eternos los cantos de los pájaros, que cantan efimeros, a la sombra del águila.
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Ayer desempolvé un dibujo que tenía tu cara de sol con rulos de fuego y me recordé dibujada en el olvido.
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