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miércoles, 18 de mayo de 2011

basta

Hay hombres que por-su-vida no tienen más que vender su fuerza en trabajo; para quienes sus bienes, eso-la-acumulación-desenfrenadamente-huída, suplantan la vida. Hay hombres que por la supervivencia en vida, de su familia, hacen de su supervivencia erguida un destierro que es de más que un par de miles de kilómetros; haciéndole, y para hacerle, la pata ancha a su propia muerte. Pala al hombro se arropan al rayo del sol, no importa si hagia frío o haiga calor, son de los que le toca la producción ajenada, por ese dercho divino que habita en la palabra propiedad-privada. Si no es único el más libre de sus días no es ninguna alegría, mientras haiga trabajo habrá comida. Por eso que es día-diá que se hacen astillas zanjando la tierra, sin tiempo en su vida ni pa` pensar en lo propio de la muerte. Y hasta pareciera que los taita no le tienen ningún jabón.
Hay otros de esos hombres, cobardes concientes, que por hacerse ver la luz un poco más, pa` huirle a la muerte un poco mejor -en eso de idear por temor a espichar-, asumen la labor de pensarlo mejor. De raíz su semilla es la misma, toda la madera de su vida pasará por papelera. Sin embargo no por mucho pareciera que conozcan su verdad, más suelen acordar que la muerte puede pasar sin necesitar de ningún timbrar. Siempre y cuando caiga en la evitabilidad de su visita, o de encontrarse siendo de esos hombres que tanto buscan en la tele.

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