De sordo paciente a la larga se aprende a escuchar. Escuchá a tu corazón, dicen. Finalmente dejé de pedirle palabras y escuché, ya no lo que quería escuchar, sinó lo que el corazón habla, escuché y lo único que tiene para decirme son susesivos latidos, aritculaciones de fonemas, la forma más pura de apócope; tu-pum tu-pum. Y lo empiezo a entender, entiendo que el corazón siempre dice lo mismo y dice lo mismo que dice la muerte; ahora estás vivo ¿Qué más?
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